Em mártir San Sebastían

Por: Tipo de material: TextoTextoTema(s): En: Vol.76, núm.1054, (2019) Pgs. 33-34Resumen: Recordemos que el emperador Diocleciano, junto a los otros césares, decretó la llamada «Gran Persecución», la última y quizá la más sangrienta. Se destruyeron lugares de culto cristiano, se eliminaron los derechos legales de los cristianos y se exigía cumplir con las prácticas religiosas tradicionales romanas. Diocleciano, por su parte, mandó encarcelar y asesinar a cientos de cristianos. En este contexto, el emperador se sintió traicionado al saber que Sebastián era cristiano, y le mandó elegir entre ser su soldado o seguir a Cristo. Eligiendo seguir a Cristo, el emperador le amenazó de muerte, pero Sebastián se mantuvo firme en la fe. Fue entonces cuando fue condenado a morir martirizado. Para ello, se ordenó que le ataran en un árbol semidesnudo, y que unos soldados le enviaran una lluvia de saetas hasta su muerte. Una vez tuvieron suficiente, le dejaron para que muriese desangrado. Casi muerto, sus amigos y seguidores le recogieron y le llevaron a casa de Irene, una cristiana viuda del mártir Cástulo, para que le curase y le escondiese. Una vez restablecido, se le recomendó huir de Roma para que pudiera conservar la vida,
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Santos jóvenes propuestos por el Papa en la Exhortación «Christus vivit«

Recordemos que el emperador Diocleciano, junto a los otros césares, decretó la llamada «Gran Persecución», la última y quizá la más sangrienta. Se destruyeron lugares de culto cristiano, se eliminaron los derechos legales de los cristianos y se exigía cumplir con las prácticas religiosas tradicionales romanas. Diocleciano, por su parte, mandó encarcelar y asesinar a cientos de cristianos. En este contexto, el emperador se sintió traicionado al saber que Sebastián era cristiano, y le mandó elegir entre ser su soldado o seguir a Cristo. Eligiendo seguir a Cristo, el emperador le amenazó de muerte, pero Sebastián se mantuvo firme en la fe. Fue entonces cuando fue condenado a morir martirizado. Para ello, se ordenó que le ataran en un árbol semidesnudo, y que unos soldados le enviaran una lluvia de saetas hasta su muerte. Una vez tuvieron suficiente, le dejaron para que muriese desangrado. Casi muerto, sus amigos y seguidores le recogieron y le llevaron a casa de Irene, una cristiana viuda del mártir Cástulo, para que le curase y le escondiese. Una vez restablecido, se le recomendó huir de Roma para que pudiera conservar la vida,

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